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La discusión acerca de cuándo es útil tocar la bola y cuándo puede resultar perjudicial viene de mucho más atrás del día en que Marco Davalillo decidió sacrificar a su cuarto bate.
¿Tocar la bola o no tocar? He ahí el verdadero dilema.
La pasada semana, el manager de los Tiburones, Marco Davalillo, volvió a agitar las aguas de la polémica al ordenar a Scott Van Slyke sacrificarse para mover a los corredores, a pesar de ser Van Slyke su cuarto bate y de haber dado muestras de ser un recio paleador.
Davalillo dijo a los periodistas esa noche que tocará la bola “cada vez que deba hacerlo”. Y ahí está el verdadero punto de este tema, porque ¿cuándo debe hacerse? ¿Cuándo es necesario y hasta obligatorio sacrificarse y cuándo es preferible dejar batear libremente a quien va al home?
No es una diatriba cualquiera e incluso tiene ribetes “ideológicos”, gracias a la interpretación sabermétrica del asunto.
Bill James, el padre de la sabermetría, se hizo la misma pregunta hace varios años.
Buscando una respuesta, tomó varias temporadas de grandes ligas, ordenó todas las veces en que un equipo puso un corredor en primera base sin outs y también en segunda con uno fuera.
Después de conseguir miles de casos, constató cuántas carreras fueron anotadas en cada inning después de presentarse esas situaciones y ofreció un valioso cálculo: las escuadras que tenían un hombre en la inicial sin outs terminaban pisando el plato 0,95 veces; aquellas, en cambio, que colocaban un corredor en la intermedia con uno fuera terminaban por anotar sólo 0,73 veces.
Hizo más cálculos: cuando un club tuvo hombre en segunda y dos outs, la probabilidad para producir anotaciones se redujo a 0,25 rayitas, porque sólo uno de cada cuatro corredores en esa situación pudieron pisar el home finalmente.
¿Notan la tendencia? El problema no es la almohadilla donde está la potencial carrera del empate, sino cuántos outs hay en la pizarra.
Algunos creen que la sabermetría es la aplicación de fórmulas que la mayoría de los aficionados no entiende. En realidad, es la búsqueda de las tendencias para establecer un juego de probabilidades.
La duda que James dejó sobre la mesa retrata qué es la sabermetría: más allá de estadísticas y recetas, se trata de preguntar si estamos evaluando los numeritos como debemos o si nos dejamos llevar por lugares comunes. Y lo mismo va para las situaciones del juego: los toques, los robos de base, las jugadas de bateo y corrido, ¿son válidos en toda ocasión, como reza cierta “sabiduría” popular, o existen momentos en que intentar esas acciones es contraproducente?
Earl Weaver, el manager que llevó a los Orioles a ganar la Serie Mundial y que tiene una placa en el Salón de la Fama, fue uno de los primeros en responderlo: “Si juegas para una carrera, harás sólo una carrera”.
Weaver cimentó su éxito sobre los rallys. Denme bateadores de extrabases y moveré el mundo, pudo ser su lema.
Claro, convertir el toque de bola en anatema también puede ser errado. No es lo mismo tener un corredor en primera con Albert Pujols en el plato que esperar una carrera impulsada desde segunda por Jon Jay. Pujols puede sacar la pelota en cualquier momento y hacer que se incrementen los promedios; Jay fallará siete u ocho de cada diez veces y, cuando batee bien, normalmente dará un sencillo.
El mismo cálculo debe hacerse al analizar quién batea después del hombre a quien se ordena sacrificarse. ¿Un bate débil seguido de uno habilidoso? Tiene sentido. ¿Y tocar con el tercero o cuarto bate? No olvidemos el juego de probabilidades; puede ser “jugar para una sola carrera” o incluso para ninguna, como le pasó al Magallanes aquella noche, al sacrificar a Adonis García y perder también a Bryan LaHair (pasado luego intencionalmente), y como le pasó a La Guaira cuando tocó Van Slyke.
Ignacio Serrano
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