sábado, 13 de noviembre de 2010

La Guaira suspira por la “Guerrilla”

Fuente: Noti-Cueva


Hace 25 años, unos jóvenes insurgentes se alzaban en armas para sostener en el poder a los revolucionarios Tiburones de La Guaira que habían cautivado a las masas con dos coronas en las últimas tres temporadas.


Para consolidarse en el mando contaban con una de las más luminosas promociones de peloteros que haya conocido el beisbol venezolano. La “Guerrilla” los llamaban por su espíritu indómito y su desenfado en el terreno.

En aquella campaña 1985-1986 los escualos fueron campeones de nuevo y parecía consolidarse una dinastía que, insospechadamente, estaba a un paso del derrumbe. Ese título fue el último rayo de sol que vieron sus seguidores antes de que se abatiera una noche de un cuarto de siglo para la divisa tricolor.

Seis lustros más tarde, en la tribuna de la derecha del estadio Universitario siguen soñando con vencer la desesperanza aprendida y ver de nuevo a la “Guerrilla” robándole la cartera a los clubes del stablishment.

Luis Salazar, Raúl Pérez Tovar, Norman Carrasco, Juan Francisco Monasterios, Argenis Salazar, Alfredo Pedrique, Odell Jones. Ellos eran la fuerza vital de la subversión guairista. Pero esos rebeldes también tenían su “guerrillero heroico”: Oswaldo Guillén. Él era el alma del grupo, el líder, a pesar de su juventud. Venía de ganar el Novato del Año de la Liga Americana y su carisma personal le daba un halo de caudillo. “No sentía presión, lo hacía sin pensar en nada. Lo hacía por pasión por La Guaira, pues fui fan de los Tiburones desde pequeño”, dice Guillén, quien respondió un cuestionario enviado por Líder que le hizo llegar su hijo mayor, Oswaldo Guillén Jr. 

¿Qué hacía triunfar a la Guerrilla? El talento, claro está. Pero si algo ponderan sus miembros es la capacidad para cumplir con las rutinas y, sobre todo, la eximia defensa. El equipo que derrotó a los Leones del Caracas en la final alineaba a cuatro paracortos de primera línea: Argenis Salazar, Alfredo Pedrique, Oswaldo Guillén y Gustavo Polidor. Era tal la sobrepoblación de torpederos que, en plena instancia decisiva, el mánager José Martínez alternó a Salazar y a Guillén en la posición seis. El Novato del Año de la Americana formó cuatro veces como designado. “Fue una decisión del mánager. El nos dijo: no los puedo poner a todos en el short y todo el mundo la aceptó porque una de nuestras fortalezas era la unidad, Ahí no había egoísmos, a pesar de que todos pensábamos en nuestras carreras en Estados Unidos”, recuerda Pedrique. “Al final yo terminé cubriendo primera y Polidor  tercera. Oswaldo se ofreció a ser designado. Nuestra defensa era lo que más llamaba la atención”.

“La defensa era lo más fuerte”, destaca Guillén. “Teníamos como seis SS en el campo (en su cuenta incluye a Luis Salazar) y en segunda a Norman Carrasco, que en mi opinión, cuidado si ha sido el mejor segunda base de Venezuela. Argenis era espectacular en el SS, Polidor nos decía las aspiradoras, porque todo lo que bateaban era out. Y sabíamos jugar al beisbol, no fallábamos. No fallábamos un squeeze, movíamos el corredor, Jugamos bien los fundamentos gracias a Pompeyo Davalillo, que nos enseñó. Jugábamos unidos y de manera inteligente”.

De Argenis Salazar, el mánager del Caracas, John Boles, declaró: “Cualquier piloto sueña con tener a un shortstop como él”. Sin tener los galones de Guillén, se lució en el fondo del abanico. “Yo hice el último out de la final”, rememora el oriental. “Nunca me imaginé que el mánager me iba a dar la oportunidad de ser short estando Guillén ahí. “Nunca hubo problemas con eso. Para mí siempre será un orgullo haber pertenecido a ese equipo”. 

Claro que con puro guante no se gana. La Guaira tenía otras gracias. El pitcheo, por ejemplo, conformado básicamente por importados de la talla de Odell Jones y Brian Clark, que se crecieron en postemporada. Clark fue Más Valioso de la final, al aceptar cuatro carreras en 17 entradas. Jones maniató dos veces al Magallanes en la semifinal. Luis Lunar se creció en la refriega definitiva con el Caracas. 

La ofensiva no era el fuerte de los Tiburones. “Somos un equipo que debe arañar para hacer las carreras”, dijo Carrasco en medio de la celebración del gallardete. “un jitcito por allá, un machucón, un bateo y corrido, un robo”. Era liviano aquel lineup, al punto de que los litoralenses solo sonaron dos cuadrangulares en trece choques de postemporada. Pero uno de esos bambinazos lo dio Raúl Pérez Tovar en el séptimo y crucial match ante el Caracas. Esa falta de contundencia la compensaba La Guaira con agresividad y velocidad: cinco triples sonaron en la final. Un flaquito como Guillén era el tercer bate, pero ligó de 30-11 (.366).

“Nuestro gran fuerte era el bateo y corrido”, apunta Salazar. Alfredo Pedrique era un toletero de bajo voltaje, mas en la hora cero produjo seis anotaciones y compartió con Clark el JMV de la final. “Me ayudó mucho estar de segundo bate detrás de un veterano como Omar Moreno”, sostiene Pedrique. “Aún era rápido en las bases y eso hizo que viera muchas rectas comenzando el conteo. También me benefició que creyeran que yo era un bate de cartón”.

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