Ignacio Serrano - El Emergente
No se trata sólo del despido de Carlos Subero o la cadena de derrotas. Se trata del rumbo que sigue La Guaira y la necesidad urgente de repensar la forma en que se conduce al equipo.
¿Por qué tanto ruido con la salida de Carlos Subero de La Guaira, si es tan frecuente en el beisbol profesional el relevo de un piloto en plena temporada?
Es lo que nos han preguntado varios lectores. Y ciertamente ha habido ruido esta semana.
Cada caso debe ser analizado según las causas y circunstancias que le rodeen. Como han planteado colegas como Efraín Ruiz Pantin, José Manuel Fernández y Manuel Lira, así como nosotros mismos en nuestro espacio de ESPNdeportes.com, los pasos de la directiva para desincorporar a Subero y el posterior nombramiento de Phil Regan reflejaron un proceder que debería preocupar a los seguidores de los salados, por sus implicaciones a futuro.
A Subero lo despidieron más de una vez.
Estuvo a punto de salir cuando Regan, recién cesanteado por los Bravos, fue contratado por la directiva litoralense y nombrado inmediatamente coach de pitcheo en la 2008-2009, pasando por sobre el cuerpo técnico de Subero, que contaba con Carlos Pérez para ese cargo.
El ahora ex dirigente de los escualos tuvo entonces su primer punto de quiebre con el alto mando, una situación que se repetiría y que llegó al extremo después de la infortunada gira por Margarita el año pasado, cuando el club atravesó un momento comparable con el actual y varios ejecutivos decidieron que era el momento de cambiar de timonel.
Lo que pasó entonces es reflejo de la situación actual de los Tiburones: los principales propietarios de la divisa invitaron a varios periodistas a una reunión informal, para consultarles su opinión sobre la posible salida del ex infielder caraqueño, y el propio Subero sostuvo una entrevista con sus jefes, en la que ofreció no cobrar su salario si no metía a La Guaira en la clasificación.
No sería ésa la única vez que el técnico estaría fuera de la institución que le firmó para jugar profesional. Al final, le tomaron la palabra y aceptaron el reto, Subero entró a los playoffs y por tercer torneo corrido dejó a su novena en la tercera plaza, a un paso de la final.
Luego vino el largo proceso de ratificarle en el mando. El estratega anunció su despedida del beisbol venezolano, por motivos familiares, y una parte de la directiva le convenció de quedarse.
Pero en el camino también le ofrecieron el cargo a Regan, para contar con un plan B, y la situación volvió a ser tensa, porque el estadounidense aceptó y Subero se enteró.
Por ello las demoras para dar por cerrado el pacto, a mediados de 2010.
Por ello, también, la tensa relación entre ambos técnicos (al punto de que uno sugirió que el otro usaba mal el bullpen, y el otro respondió acusando a su coach de no cumplir sus órdenes en la cueva, cuando mandaba a calentar a un relevista).
Finalmente, la situación no dio para más y se dio el despido, con la sorpresa de que sucedió con apenas 16 juegos en la campaña.
Todo este proceder sugiere algo, con la claridad del sol en el mediodía tropical: los Tiburones deben apurarse a dar el mismo paso que Magallanes dio después de la debacle de la 2008-2009.
Como los Navegantes entonces, los escualos de hoy carecen de una voz de mando única, un solo encargado de tomar las decisiones deportivas y rendir resultados ante los dueños de la franquicia.
Los litoralenses suelen evaluar y decidir los asuntos deportivos según acuerde un comité de media docena de ejecutivos, lo que lógicamente implica disensiones, a veces demoras y a veces apuros.
Los Tiburones necesitan que una sola persona tome las riendas de la divisa, como de tan buen modo han hecho los turcos, al nombrar a Luis Blasini (han podido nombrar a otro; lo que importa aquí es la decisión de canalizar la dirección de la franquicia por una sola ruta).
Que el resto de la directiva espere hasta el final de cada campeonato para emitir sus opiniones.
Y asumir, por fin, que las medidas de corto plazo a menudo son contraproducentes en la búsqueda del éxito.
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