Fuente: TalCualDigital.com
En una reciente declaración para la televisión, Ángel Bravo, ex grandeliga de Santa Rita, Zulia, y hoy coach de bateo de los Tiburones de La Guaira, sostenía orgulloso que el equipo litoralense del cual él formó parte en los 60 y los 70 fue mejor que el de la llamada "guerrilla", la novena sensación de los 80.
La verdad es que ambos elencos fueron realmente exitosos. Tan buenos que el primero llegó a ganar cuatro títulos de la Liga Venezolana de Beisbol Profesional (LVBP) y el segundo otros tres para sumar los siete que hasta ahora acumula la divisa, actualmente sumida en una crisis de derrotas.
Fueron dos las "eras doradas", entonces, de una de las escuadras más populares de la pelota criolla y que para mal de su paciente, numerosa y bulliciosa afición no ve levantar el trofeo de campeón desde la campaña 1985-1986. En su última final, la 1986-1987, fue barrida por los Leones del Caracas con el célebre no hit no run de Urbano Lugo hijo en el cuarto juego.
Entre 1962-1963, año del debut de La Guaira, y esa serie 1986-1987, los Tiburones disputaron 11 finales en 25 torneos. Es decir, en ese lapso estuvieron casi el 50 por ciento de las veces metidos en la pelea decisiva. Sin ninguna duda se trataba, hasta hace dos decenios y pico, de uno de los equipos más temibles del beisbol venezolano.
LLEGAN LOS ZULIANOS La Guaira nació en la zafra 1962-1963 con una nómina en la que destacaban, entre otros, los nativos Dámaso Blanco, Elio Chacón y Graciano Ravelo, el panameño Dave Roberts, el estadounidense J.C. Hartman y lanzador cubano Marcelino López. Dirigida por José Antonio Casanova, terminó con foja de 23 y 19, fuera de competencia.
Lo bueno llegó tras la desaparición de la Liga Occidental, que se jugaba con cuatro divisas del Zulia (Rapiños, Pastora y Cabimas) y una de Lara (Cardenales de Carora). Una camada de excelentes peloteros sin trabajo fueron contratados por los Tiburones. Sobresalían en el grupo nada más y nada menos que el short stop Luis Aparicio, único venezolano en el Salón de la Fama de Cooperstown, José Herrera y Bravo, que también serían big leaguers.
Aún con Casanova de manager, llegaría el primer campeonato en la 1964-1965. Al aporte del combo criollo se unieron importados como Roberts, Jim Wynn, Dave Johnson y el estelar pitcher zurdo Darold Knowles, quien ganó 13 juegos y fue el líder del circuito en ponches (155) y efectividad (2.37).
Con esta misma base nativa, más nuevos valores como Enzo Hernández, Oswaldo Blanco, Remigio Hermoso y Robert Marcano, y el plus de extranjeros conocedores de la pelota del Caribe, los cubanos José Cardenal, José Martínez, Hiraldo "Chico" Ruiz, Paul Casanova, los gringos John Bateman, Curt Motton, Al Bumbry y Mike Hedlund, entre otros, los "salados" impusieron respeto en aquel triunfal período, ganando los banderines en la 65-66, 68-69 y 70-71. La dirección estuvo fundamentalmente en manos de estrategas antillanos.
ESTALLA LA "GUERRILLA" Luego de 10 campañas sin conquistar el banderín, la segunda tanda de títulos para La Guaira llegaría en la 1982-1983 de la mano del piloto dominicano Oswaldo Virgil. Si los antecesores de estos Tiburones constituyeron verdaderos trabucos, como razona Bravo, esta escuadra conocida con el apodo de la "guerrilla", dada su entrega y empuje en el terreno, no se queda atrás.
También ganarían en la 84-85 y en la 85-86. Fueron los años de Oswaldo Guillén, Luis Salazar, Carlos "Café" Martínez, Alfredo Pedrique, Gustavo Polidor, Argenis Salazar, todos grandesligas. Otros, como Raúl Pérez Tovar, Norman Carrasco y Juan Francisco Monasterio, aunque no se graduaron arriba, marcaron huella con sus actuaciones.
Entre los importados resaltaron los norteamericanos Darryl Strawberry, quien fuera líder jonronero con 12 en la campaña 82-83, y el lanzador Odell Jones, el más ponchador del certamen 85-86. Los últimos títulos alcanzados hasta ahora por La Guaira se lo repartieron como managers el venezolano Gustavo Gil y los cubanos Aurelio Monteagudo (nacionalizado venezolano) y José Martínez.
Las dos versiones ganadoras de La Guaira, la de Aparicio y Bravo, y la de Guillén y Salazar, por razones obvias, nunca pudieron enfrentarse. Así que la polémica que pudo abrir con su afirmación el coach tiburón, hoy de de 68 años, podría ser de nunca acabar entre los seguidores de una y otra época.
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